La Majestic: Memorias del amor, una sirena y el pan de jamón con piña



La niña Hennie con decisión siguió las indicaciones de su madre. Sus doradas trenzas eran mariposas  revoloteando por el florido camino a la afueras de Steinheim, su pequeño poblado natal; así cumpliría la peligrosa encomienda como un juego infantil. Mientras tanto, sus ojos azules no perdían la pista a los temibles  uniformados que cumplían  sin piedad la voluntad desquiciada del Fürher; impedir ferozmente la ayuda a los ocultos vecinos perseguidos por su fe. En medio de aquel drama, la pequeña de ocho años soñaba con conocer la Selva Negra y sus  maravillosos parajes descritos en los cuentos de los hermanos Grimm.

Un mundo raro
Los vientos de guerra llegaban a todos los confines de la tierra. Redes de agentes, abiertas o subrepticias, apoyaban a unos y a otros. Entre nosotros, proveedor de petróleo de los aliados, el teatro bélico llevó al hundimiento de barcos por los submarinos nazis frente a nuestras costas. En la pacífica Barquisimeto pronto la cordial Mesa Alemana, suerte de centro social y cultural de los inmigrantes de aquella tierra, sintió la mirada inquisidora que buscaba quintacolumnas y espías; finalmente, en medio de la paranoia colectiva, aquel punto de encuentro teutón de la Carrera 19 con calle 28 desapareció.

¿Cara o cruz?
Desde Baiersbron, su pueblo en la Selva Negra, Christian fue a trabajar a la cercana Suiza. Su edad le mantuvo justo al margen de la guerra; empero, no pudo evadir sus efectos devastadores en la economía mundial, aún en los países neutrales. Semillas al voleo, la gente iba en busca de un lugar donde germinar sus sueños. ¿América o Australia? ¿Argentina o Venezuela? Siguió algunas recomendaciones  y se aventuró a Venezuela. Primero, Cumaná, luego Caracas y más tarde, recaló en Barquisimeto. Su oficio de pastelero pronto le deparó un lugar en La Vienesa. Pastelería, panadería y tienda de ultramarinos situada en el centro de la ciudad. Carrera 19 con calle 26 bajo la dirección de la Señora Schell.

Pasteles de guayabo
1948 parecía ya lejano, tanto como su cantón suizo natal.  A mediados  de 1958,  diez años después de haber establecido la pastelería, era hora de sentar cabeza; quería una pareja de lengua alemana de su patria Suiza o su vecina Alemania. En aquel mundo descuadernado de la posguerra, eran populares las revistas para buscar pareja epistolarmente, compartir fotos y quizá, destinos. Así lo hizo, encontró una candidata dispuesta y con ansias esperó su llegada, pero no llegó. Descorazonado, o quizá para ir en su búsqueda, decidió marcharse del país y puso en venta la Pastelería Majestic, su creación, localizada en el Edificio San José -existe aún-, Carrera 21 entre calles 22 y 23.

Amor a primera visita
La veinteañera Hennie se desempeñaba en un bufete de abogados. Un día su tío, entusiasta radioaficionado, le informó de una oportunidad en Venezuela. Una institutriz bilingüe alemán e inglés para los hijos del pastor luterano en Valencia. Fiel a sí misma, no dudó y un mes después arriba en barco a La Guaira. En diciembre de aquel 1958, el pastor llevó el  servicio religioso hasta Barquisimeto. Le acompañó la familia  ¡Y ocurrió el flechazo! La arbolada que engalanaba la calle Comercio inició el romance apasionado entre ella y esta tierra larense.

La palabra como documento
La súbita oportunidad de una pastelería  en venta tenía pocos candidatos con conocimiento del negocio en la comarca. Quizá ninguno. Varios conocidos coincidieron en que Christian era el hombre. Pero, solo contaba con su juventud, oficio y voluntad de trabajo. Así que con el apoyo y la confianza de su gran amigo Jakob Streule, pudo adquirir La Majestic  en febrero de 1958 y asumir el financiamiento. Al efectuarse el cambio de administración, la señora Marcelina Lucena, quien atendía a los clientes y hacía de cajera, ofreció quedarse mientras el nuevo propietario conocía a la clientela. Permaneció allí hasta 1987.

¡Que vivan los novios!
Un buen día de 1959, una clienta francesa  le sugiere a Christian que en Valencia había una joven alemana casadera. Hasta allí va en febrero y un mes después, el matrimonio se efectuaba en la entonces Alcaldía de Santa Rosa. Justo frente al Santuario de la Divina Pastora; advocación mariana honrada con un himno obra de Simón Whonsiedler, hijo de Jacobo, inmigrante alemán quien llegara a Barquisimeto en 1839. Después, la joven pareja parte en viaje de luna de miel, cómo no,  a la Selva Negra.

...¡Y el tiempo pasó!
El trabajo era intenso. Christian no podía cubrir todas las áreas del negocio mientras producía incansablemente aquellas delicias. Así que requería un socio o, más bien, una socia. Henriette asumió funciones en la caja y dirigía la atención al público. Aprendió un magnífico español de la mano de "la señora Marcelina", a la postre madrina de uno de los niños Klaeger Ritter. En medio del diario trajinar, llegó la mudanza al nuevo local y allí transcurrieron las décadas complaciendo los gustos de quienes desayunaban, merendaban o pedían para llevar; más tarde, vino la remodelación de mediados de los ochenta. Mientras tanto, la ciudad crecía y se transformaba sin perder su esencia bonachona, hasta desembarcar en el nuevo milenio.


El viaje más corto
A través de los cristales enmarcados,  entre clásicas cortinas se asoma un universo todo. Una cápsula que nos hace viajar a Europa apenas trasponer la puerta batiente y adentrarnos en una atmósfera única. Una densidad distinta. Tal cual una preciosa caja de música en madera atesora las notas de Beethoven, Mozart, Tchaikovsky o Brahms, mezcladas con aroma de café recién molido y los dulces destellos de las bandejas repletas de frescas tartas, selva negra, chocomaní, japonesas, triángulos, canoli, mazapanes, bombones; junto a una variedad única de galletas: huesitos, lacitos, ojo de toro,  pfeffernüsse y dominó; matizados con los apetitosos efluvios de la levadura recién horneada de los pasteles de jamón y queso crema, espinaca, champiñones, pollo o carne mientras viajan desde el horno dejando tras de sí una estela hipnótica. Un espectáculo en sí mismo. Una experiencia inigualable, aún más emocionante en las temporadas de Pascua con los huevos y conejos de chocolate; el día de los enamorados con sus bombones y corazones; y, por supuesto, en Navidad.

Encanto de sirena
Un día de septiembre de 2022, la señora Klaeger nos confió el recuerdo agridulce de un sonido que le hacía añorar escucharlo de nuevo: el ulular de una sirena de alerta antiaérea. Durante la guerra, unos y otros, al escucharlo debían correr  a los sótanos y refugios. Pero,  en la Majestic del primer local la sirena portaba un mensaje diferente. En la cercana Galletera El Ávila señalaba los cambios de turno del personal… audible en toda aquella ciudad que apenas se ponía los pantalones largos. Entonces,  para sus habitantes era el momento de pausa en que los hijos pedían la bendición, mientras otros se persignaban.  Era un sonido estridente y sin embargo, amable, de paz. Memorable. Recordó la señora Klaeger que el propietario de la Galletera, Cruz Duque también lo era del Edificio San José. Era un habitual para el café matutino. Un día de diciembre sugirió que la Majestic hiciera pan de jamón. Los esposos Klaeger hicieron caso a tan asiduo y prominente cliente, aunque añadieron  un twist particular: un toque de piña. Y así, hasta ahora, el pan de jamón con piña de La Majestic acompaña cada navidad junto a las Basler leckerly, las nevadas casitas de galletas y el Stollen.

Al fin, todos de acuerdo
En la mesa 4, Juliana, Centennial o Generación Z,  degusta un pastel de salchicha, sentada en el mismo espacio donde apenas con tres meses de nacida, su madre Juliana, baby boomer, asistió con sus padres Susy e Itsván, ambos de las llamada generación interbellum - entreguerras- a la inauguración de la sede actual de Pastelería Café Majestic en marzo de 1963. En total, suman este 2023,  75 años  de sabores, 60 de ellos en la sede actual. Una referencia indiscutible  en la memoria gustativa de la ciudad que han disfrutado todas las generaciones nacidas en los siglos XX y XXI.

Ahora,  Christian y Henriette como en un cuento de hadas siguen unidos y presentes en cada rincón, en cada melodía y en cada detalle de La Majestic y, por supuesto, en  las generaciones de relevo;  Gerhardt,  la segunda, y Mariana, la tercera, quienes prolongan su legado instalado como un icono de la barquisimetaneidad.

Pastelería Café Majestic
Carrera 19 entre calles 30 y 31.
Barquisimeto.
Ig:@pasteleria.majestic